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- Término clave: Tláloc
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El cortejo de TlálocLibro impreso: $90
Una nota de prensa de 1964 informó que lluvias inusitadas cayeron sobre la Ciudad de México durante el traslado de una piedra de siete metros de altura y de un peso estimado en 167 toneladas: la monumental escultura de Tláloc, el dios nahua de la lluvia. Llegaba un dios ancestral al centro de la urbe, y miles de personas aguardaron bajo la lluvia para presenciar el momento en que un dios decidía, al fin, regresar. No venía solo: un cortejo de miradas y anhelos lo acompañaba. Este poemario es una ofrenda al dios «oloroso de flores», «anegado de cantos». También lo es a esa ciudad de la que «brotan oraciones confusas a deidades que nunca nadie termina de saciar». Ya sea por inundaciones o por sequías, esta ciudad ritualiza sus paisajes. Y se ofrenda a sí misma, pues cada tanto «forja su versión de soledad». Estos versos citados del libro de Cristian Bermeo Picón son una invitación para adentrarse en ese ritual del que participaron Octavio Paz, Homero Aridjis o Efraín Huerta: erigir la ciudad en palabras, transmutar sus espacios y sus tragedias en cantos, renombrarla para volverla habitable. Para el poeta, la «lluvia es un poema medido o desmedido, sin cautela, [que] flecha hacia todos los rumbos, [un] paisaje que anega la forma de mirar». Este libro da cuenta de una mirada que purifica y consuela: en El cortejo de Tláloc, la lluvia no sólo es una advocación de lo sagrado, sino también «una conversación frente al umbral». ¿Qué otra cosa es la poesía?Ana Cuandón