Biografías, literatura y estudios literarios

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  • El cortejo de Tláloc
    Cristian Bermeo Picón
    Una nota de prensa de 1964 informó que lluvias inusitadas cayeron sobre la Ciudad de México durante el traslado de una piedra de siete metros de altura y de un peso estimado en 167 toneladas: la monumental escultura de Tláloc, el dios nahua de la lluvia. Llegaba un dios ancestral al centro de la urbe, y miles de personas aguardaron bajo la lluvia para presenciar el momento en que un dios decidía, al fin, regresar. No venía solo: un cortejo de miradas y anhelos lo acompañaba. Este poemario es una ofrenda al dios «oloroso de flores», «anegado de cantos». También lo es a esa ciudad de la que «brotan oraciones confusas a deidades que nunca nadie termina de saciar». Ya sea por inundaciones o por sequías, esta ciudad ritualiza sus paisajes. Y se ofrenda a sí misma, pues cada tanto «forja su versión de soledad». Estos versos citados del libro de Cristian Bermeo Picón son una invitación para adentrarse en ese ritual del que participaron Octavio Paz, Homero Aridjis o Efraín Huerta: erigir la ciudad en palabras, transmutar sus espacios y sus tragedias en cantos, renombrarla para volverla habitable. Para el poeta, la «lluvia es un poema medido o desmedido, sin cautela, [que] flecha hacia todos los rumbos, [un] paisaje que anega la forma de mirar». Este libro da cuenta de una mirada que purifica y consuela: en El cortejo de Tláloc, la lluvia no sólo es una advocación de lo sagrado, sino también «una conversación frente al umbral». ¿Qué otra cosa es la poesía?Ana Cuandón
  • No pido compasión para mis quejas
    José Landa
    Libro impreso: $340

    Este volumen reúne los libros del autor publicados entre 1993 y 2023; abre con el más reciente: El telar del infinito, cierra con el más antiguo: Tronco abierto. Ha ganado los premios Ciudad de Alcalá (Madrid, 2020) y Mesoamericano Luis Cardoza y Aragón (Guatemala, 2010) entre otros. De su obra opinan aquí los poetas

    Dolores Castro, Ernesto Lumbreras, Balam Rodrigo y Jorge Ortega. José Landa ha construido la destrucción. Construido porque al quitar lo que le sobre en el arte y la vida, destaca en la sombra mucho más de lo que podrían haber descubierto los iluminados, aunque por otra parte él mismo sea un iluminado sin ídolos, sin olvido, sin falsos deslumbramientos.

    DOLORES CASTRO (sobre La confusión de las avispas, 1998)


    La publicación de este libro, estoy convencido, coloca a su autor en un lugar de excepción dentro de la actual poesía mexicana.

    ERNESTO LUMBRERAS

    (Contraportada de Álbum extraviado en aguacero)


    El «runático» y sabio José Landa —gramático, vidente y poeta— ha escrito un fascinante libro que es dorso y envés del infinito espejo de la imaginación.

    BALAM RODRIGO

    (Contraportada de El grimorio secreto de la luz)


    El telar del infinito constituye un testimonio resuelto y vigoroso, zigzagueante y sonoro, sobre la arborescencia de la realidad en la cámara de los sentidos, la habitación de la inteligencia.

    JORGE ORTEGA


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